No hay espacio para mostrar todos los calificativos que se nos ocurren tras la desgracia que ha dejado la DANA de finales de octubre en varias provincias, especialmente en Valencia y en el pueblo de Letur (Albacete). Nos gustaría plasmar el dolor que sentimos, aliviar en lo que esté en nuestra mano, pero nunca será suficiente para dar calor a tantas y tantas personas que han visto su vida dada la vuelta.
Las amenazas siempre van a existir y nos llegan a todos en sus versiones más insospechadas. Además, este drama nos ha demostrado una vez más que las personas son la mejor expresión de la sociedad y nos ha emocionado sobre todo la llegada de muchísimos voluntarios que no han dudado en ir a ayudar en lo que fuera.
Las cifras son abrumadoras: en poco más de un mes se recibieron más de 200.672 solicitudes de indemnización. Pero detrás de cada número hay una historia personal, una familia afectada, un negocio dañado.
La magnitud del desastre se refleja en los datos:
- 097 solicitudes de indemnización a viviendas y comunidades de propietarios afectadas
- 394 solicitudes de vehículos dañados
- 139 solicitudes de comercios, oficinas, industrias, almacenes, etc. impactados.
- 42 solicitudes de obras civiles.
El Consorcio de Compensación de Seguros estima daños totales por unos 3.500 millones de euros, una cifra que refleja la dimensión de esta catástrofe. Este organismo, con sus reservas de 10.000 millones de euros, garantiza la solvencia necesaria para responder a todos los afectados.
Es tiempo de sentimientos contradictorios. Por una parte, el dolor por tanta desgracia. Por otra, es un honor formar parte del sector asegurador, que está respondiendo de forma ejemplar: corredores de seguros ayudando a presentar solicitudes de indemnización a los afectados, más de 1.500 peritos movilizados junto con los recursos de las compañías aseguradoras, y el Consorcio de Compensación de Seguros trabajando contrarreloj para evaluar daños y agilizar indemnizaciones.
Pero esta catástrofe nos deja una lección fundamental: la importancia de contar con un seguro bien diseñado. No se trata solo de tener una póliza, sino de tener la correcta. Como corredores de seguros, nuestra misión va más allá de vender un producto; somos asesores comprometidos con la protección real de nuestros clientes.
En momentos como estos, la cercanía y profesionalidad de los corredores de seguros marca la diferencia. Nos volcamos no solo en gestionar siniestros, sino en acompañar a nuestros clientes en el difícil proceso de reconstruir sus vidas. La rapidez en la respuesta y el conocimiento profundo de cada situación particular son fundamentales.
La DANA nos recuerda que la naturaleza puede ser implacable, pero también que estar bien asegurado no es un gasto, sino una inversión en tranquilidad.
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